"Es evidente que cuando un niño o un adolescente llega a un centro de acogida para menores, algo ha fallado en su proceso de socialización. Todo el mundo concuerda en que, para que ese proceso se implante correctamente, el sujeto, la familia y el contexto social deben haber funcionado armónicamente en un "buen ajuste", fórmula que ha hecho fortuna entre expertos.
El elemento más esperanzador de una sociedad es su juventud, y además su futuro está comprometido en la calidad de este "capital humano".
La calidad de un sujeto, su propia autoestima, y la valoración que de él hace su entorno social dependen de su capacidad de resolver autónomamente los problemas que la vida, en cada nivel de edad, le presenta.
En un mundo natural esa preparación para la vida se aprende vicariamente en la convivencia. En el mundo artificial, en el que actualmente nos movemos, ese aprendizaje no es tan sencillo y en ocasiones presenta una barrera insalvable para algunos individuos, ya sea por sus propias características o por la inadecuación de su entorno inmediato. En este punto tienen cabida todo tipo de marginaciones: intelectuales, económicas, sociales y personales. Y con una muy desgraciada frecuencia, suelen marcar conjuntamente a unos pocos sujetos.
La sociedad ha generado unos mecanismos de correción que a algunos pueden resultar insuficientes, y que seguramente lo serán, pero no cabe la menor duda de la necesidad de que aquellos que se han puesto en marcha funcionen de una manera correcta y utilizando todos los recursos que la ciencia haya puesto a su alcance.
Aquí es donde encaja este libro de Juan M. Fernández Millán, Andrés Hamido Mohamed y Manuel Fernández Navas. Todos ellos tienen una dilatada experiencia en trabajar con estos muchachos cuya educación ha asumido una organización distinta de la familia, precisamente por el fallo de ésta.
La misión encomendada a estos centros de acogida es paliar la ausencia del entorno familiar y plantearse su tarea en los justos términos que permitan la restauración de la socialización de un sujeto fuera de su alvéolo natural.
La función de la familia es criar a sus vástagos y lograr que lleguen a tener una acomodación exitosa en el mundo circundante.
La pertenencia a un grupo, como el familiar, y los lazos afectivos que se establecen entre sus miembros constituyen el núcleo central de la socialización. En otras ocasiones he dicho que el "apego" es la autopista de la socialización. Cuando en un individuo esos lazos están rotos o mal establecidos, el proceso de socialización es muy arduo de reestablecer.
Los autores conocen muy bien este problema, porque han trabajado con estos niños dilatadamente, y por ellos consideran importante establecer una disciplina y una buena comunicación.
Afecto y control son los dos elementos que se han aislado como fundamentales en los hábitos de crianza de los padres y también tienen que ser las piedras de toque en un centro de menores. No se puede educar a un joven sin unas normas claras y sin un control de su cumplimiento, pero tampoco puede hacerse sin la implicación del destinatario, y esto sólo florece en un clima afectivo positivo."
DEL BARRIO, V. (2007) PRÓLOGO. EN FERNÁNDEZ MILLÁN, J. M.; HAMIDO MOHAMED, A. y FERNÁNDEZ NAVAS, M. EL EDUCADOR SOCIAL DE MENORES. Cuaderno de aprendizaje. (Págs. 15 - 16).
El elemento más esperanzador de una sociedad es su juventud, y además su futuro está comprometido en la calidad de este "capital humano".
La calidad de un sujeto, su propia autoestima, y la valoración que de él hace su entorno social dependen de su capacidad de resolver autónomamente los problemas que la vida, en cada nivel de edad, le presenta.
En un mundo natural esa preparación para la vida se aprende vicariamente en la convivencia. En el mundo artificial, en el que actualmente nos movemos, ese aprendizaje no es tan sencillo y en ocasiones presenta una barrera insalvable para algunos individuos, ya sea por sus propias características o por la inadecuación de su entorno inmediato. En este punto tienen cabida todo tipo de marginaciones: intelectuales, económicas, sociales y personales. Y con una muy desgraciada frecuencia, suelen marcar conjuntamente a unos pocos sujetos.
La sociedad ha generado unos mecanismos de correción que a algunos pueden resultar insuficientes, y que seguramente lo serán, pero no cabe la menor duda de la necesidad de que aquellos que se han puesto en marcha funcionen de una manera correcta y utilizando todos los recursos que la ciencia haya puesto a su alcance.
Aquí es donde encaja este libro de Juan M. Fernández Millán, Andrés Hamido Mohamed y Manuel Fernández Navas. Todos ellos tienen una dilatada experiencia en trabajar con estos muchachos cuya educación ha asumido una organización distinta de la familia, precisamente por el fallo de ésta.
La misión encomendada a estos centros de acogida es paliar la ausencia del entorno familiar y plantearse su tarea en los justos términos que permitan la restauración de la socialización de un sujeto fuera de su alvéolo natural.
La función de la familia es criar a sus vástagos y lograr que lleguen a tener una acomodación exitosa en el mundo circundante.
La pertenencia a un grupo, como el familiar, y los lazos afectivos que se establecen entre sus miembros constituyen el núcleo central de la socialización. En otras ocasiones he dicho que el "apego" es la autopista de la socialización. Cuando en un individuo esos lazos están rotos o mal establecidos, el proceso de socialización es muy arduo de reestablecer.
Los autores conocen muy bien este problema, porque han trabajado con estos niños dilatadamente, y por ellos consideran importante establecer una disciplina y una buena comunicación.
Afecto y control son los dos elementos que se han aislado como fundamentales en los hábitos de crianza de los padres y también tienen que ser las piedras de toque en un centro de menores. No se puede educar a un joven sin unas normas claras y sin un control de su cumplimiento, pero tampoco puede hacerse sin la implicación del destinatario, y esto sólo florece en un clima afectivo positivo."
DEL BARRIO, V. (2007) PRÓLOGO. EN FERNÁNDEZ MILLÁN, J. M.; HAMIDO MOHAMED, A. y FERNÁNDEZ NAVAS, M. EL EDUCADOR SOCIAL DE MENORES. Cuaderno de aprendizaje. (Págs. 15 - 16).